BOLIVIA: LA ACADEMIA JAILONA SE “INDIGNA” POR LLAMARGOLPE AL GOLPE
BOLIVIA: LA ACADEMIA JAILONA SE “INDIGNA” POR LLAMARGOLPE AL GOLPE Por Rafael Bautista S.
20 noviembre 2019
BOLIVIA: LA ACADEMIA JAILONA SE “INDIGNA” POR LLAMAR GOLPE AL GOLPE
Por Rafael Bautista S.
Los
“jailones” siempre han sido caporales aspirantes de
patrón, ostentando lo que no poseen y lo que no son; por eso, en
el ámbito académico, se enfilan comedidos para ser
formateados en un sistemático proceso de blanqueamiento
epistémico, como el “capital simbólico”
necesario para ser incluidos en la sociedad blanco-criolla.
Estos
se pronunciaron recientemente en comunicados al mundo académico
internacional acerca de la denuncia del golpe de Estado sucedido en
Bolivia. Uno de ellos[1], incluso se “indigna” ante lo que
llaman “interpretaciones simplificadoras”. Llaman
“simplismo” a decir las cosas por su nombre. El golpe
dictatorial ya ha producido 23 muertos, por un ejército que goza
de un decreto, el 4078, que da licencia para matar. Pero aquella
masacre no les “indigna”; es más –como en
octubre de 2003–parecen estar dispuestos a pasar por alto, que la
gasolina de la planta de Senkata (en El Alto) pase a la ciudad de La
Paz, chorreando sangre de hermanos; que admitir su propia complicidad
irreflexiva en el retorno del fascismo a Bolivia.
Por
eso no es raro que ahora se “indigne” su miopía
intelectual, cuando desde otras latitudes, se diga con todas sus
letras, lo que estos no pueden ni siquiera pronunciar por temor al
qué dirán de su entorno social. Se “indignan”
que se denuncie el golpe de Estado en Bolivia, sólo porque eso
no confirma sus vacuos esquemas mentales (porque sus limitaciones
epistemológicas sólo saben decir amen a la
definición de manualitos). Pero no les “indigna”
para nada que sus pueriles diagnósticos pasen por alto la
insurgencia fascista, golpista y racista que coadyuvaron a generar a
nombre de “defensa de la democracia”.
Llaman
“crisis estatal” a los avatares de un individuo
señalizado como el chivo expiatorio, cuyo sacrificio, iba
supuestamente a devolvernos al “orden”. En esa obtusa
visión dejan olímpicamente de lado el hecho de que en el
ámbito político nunca hay un solo jugador (pero
sólo tienen ojos para el Evo; como dice Enst Bloch, quedaron
atrapados por su objeto de análisis). Por eso en su
crítica obvian por completo lo que la derecha desestabilizadora
hizo en todo este tiempo y la presentan como una inocente virgencita de
pueblo que sólo se detenía a contemplar risueña lo
que sucedía a su alrededor. Salen en la defensa de la aparente
“diversidad de actores” en un pluralismo sin criterio,
porque de ese modo nunca dicen y, es más, admiten a los
intolerantes, fascistas y racistas como parte
“democrática” de aquella mixturada diversidad que no
saben siquiera descomponer analíticamente.
Porque
se constituyen en meros sucursaleros y repetidores de universos
conceptuales y categoriales que sólo saben consumir, sin el
más mínimo criterio de adopción o
aplicación crítica, exponen una pérdida total de
sentido de realidad cuando confunden a un proceso histórico con
un gobierno circunstancial. Por eso no saben ni darse cuenta de la
funcionalización de la que son objeto, al producir todos los
argumentos que precisa la derecha para legitimar una aventura golpista
que ahora instaura la verdadera dictadura que, al parecer, tanto
aspiraban a confirmar.
Ahora
que ya tienen la dictadura que tanto deseaban sus dislates mentales
(con una autoproclamada “presidenta” frente a un parlamento
vacío y, en plaza de armas, frente a un supuesto pueblo
compuesto por puro periodistas, un decreto que da a los militares
licencia para matar, un cómplice silencio mediático al
mejor estilo de las dictaduras pasadas, ministros que amenazan a diario
toda disidencia, criminalización de la protesta, desfalco de las
arcas públicas para comprar a militares y policías;
etc.); no muestran una mínima autocrítica, sino que se
empecinan en afirmar sus prejuicios formalizados en argucias
discursivas que los inmuniza ante la verdadera indignación de
ver algo que sólo se puede llamar golpe de Estado.
Porque
aceptar la figura del golpe es aceptar la miopía de su jibarismo
intelectual, que a nombre de producción teórica
sólo sabe eyacular especulaciones para el placer derechista que,
en esta coyuntura, recibió gozosa la legitimación
teórica que le brindó, en bandeja de plata, un incauto
ámbito académico que nunca se distanció, ni
siquiera por prudencia, del fascismo creciente que cooptó muy
bien las movilizaciones antigubernamentales.
Abundar
insistentemente en la retórica de la “perpetuidad del
mandato”, el 21-F, el “fraude electoral” (fieles al
plan golpista develado por los mismos gringos), sólo demuestra
una sospechosa inclinación al discurso montado por la derecha
para legitimar la dictadura que estamos padeciendo. Cuando nosotros
iniciamos nuestra crítica al “asalto jacobino” del
gobierno, el 2006[2], los que ahora se rasgan las vestiduras no
decían ni pio y hasta algunos ejercían cómodamente
cargos gubernamentales y otros recibían jugosas
consultorías. Ahora por puro oportunismo o revanchismo y
mostrarse “políticamente correctos”, porque ahora
está “mal visto ser masista en sociedad”, no atinan
ni siquiera en desencubrir la digitada propaganda montada por el
fascismo para acabar con lo nacional-popular (el Evo es sólo la
excusa). Cayeron en la trampa y eso demuestra su escaso ejercicio
reflexivo y su ausente costumbre de pensar su propio país.
Por
eso sus llamados triviales a la paz a cualquier precio (siendo
sólo un “llamado al orden”), se reduce a la defensa
de la institucionalidad del famoso Estado de derecho; ese mismo Estado
que en casi dos siglos sólo ha servido para perpetuar la
desigualdad estructural y la injusticia política, social y
económica. Le culpan al Evo no haber cambiado eso, pero ahora
ellos mismos claman por su restauración definitiva que, por
mediación de este golpe, lo hará en su versión
más fascista.
Se
creyeron el modelo gringo de la “democracia” como
“sistema democrático”: no importa la injusticia ni
la desigualdad estructural, sino que el sistema funcione. Por eso no
creen en el pueblo, al que sin embargo exhiben como objeto de
exhibición teórica en sus ostentosos circos
académicos. Porque no creen en el pueblo gracias al cual viven,
se brindan presurosos a defender valores e intereses ajenos que ni ven
ni adivinan, pero que premiara su ceguera, con la consolidación
de un sistema universitario convertido en fábrica de
títulos (promoviendo el negocio de posgrados a granel).
Para
estos intelectuales, el golpe de Estado no existe, es más, hasta
lo consideran una mera “hipótesis discursiva”. La
realidad se ha convertido en una mera excusa para estos posmodernos
tardíos que han relativizado hasta la verdad; por eso no atinan
a considerar que la verdad o falsedad de una teoría no es un
asunto teórico sino una comprobación fáctica por
sus consecuencias políticas.
Si
su crítica al gobierno deviene en la afirmación de un
golpe dictatorial, entonces su crítica es sólo una
cobertura “ilustrada” de un posicionamiento derechista y
hasta fascista. Si mi desacuerdo me conduce a alinearme con el racismo
señorialista que, con biblia en mano, asaltaron el poder
político, a nombre de “democracia”, e instauraron
una dictadura que está generando un genocidio con cara de
Reconquista, entonces mi desacuerdo no es democrático.
Por
eso la historia no los absolverá. Mientras los universitarios en
Ecuador, Chile y Argentina luchan contra el fascismo, en Bolivia, esta
academia apuesta y justifica el retorno del fascismo.
Si
de simplismos hablamos, el verdadero “simplismo” consiste
en llamar “salida constitucional” a un golpe de Estado, o
en homologar una insurrección señorial con una
revolución popular. Curiosa revolución, además
dizque democrática, que masacra cada día gente pobre,
acusándolos además, fiel al repertorio fascista, de
“vándalos”, “drogadictos”,
“sediciosos”, “terroristas”, etc.
Que
el ámbito universitario nacional se constituya en base de
reclutamiento de la oligarquía, confirma la colonialidad
académica que le atraviesa, como imagen y semejanza de una
clasificación racial naturalizada en la propia intelectualidad
que promueve. Ninguna crítica se justifica a sí misma,
menos si lo que origina son situaciones regresivas de empoderamiento
fascista-oligárquico. Que esa sea la apuesta de ciertos
académicos, que se ufanan de “demócratas”, no
hará sino provocar, en lo sucesivo, el divorcio definitivo entre
Universidad y pueblo.
Rafael
Bautista S., forma parte del Consejo Editorial del Bolivan Studies
Journal de Pittsburg University. Ha sido miembro de LASA-sección
Bolivia. Es autor de 18 libros. Dirige además “El Taller
de la Descolonización” y “La Comunidad de
Pensamiento Amáutico”.